"TALLERES DE ARTES PLÁSTICAS" - BOLONIA. CÁDIZ-CREADOR

(Bolonia. Cadiz)

Nota de prensa


Los artistas Patricio Cabrera y José María Sicilia durante el verano de 1986 trabajaron dentro del conjunto monumental de Baelo Claudia en Bolonia (Cádiz)

José María Sicilia, madrileño, 31 años, pintor inscrito dentro del movimiento contemporáneo, lleva desde primeros de julio a trabajando en la bella aldea gaditana de Bolonia. Allí vive el protagonismo de ser, junto con el pintor sevillano Patricio Cabrera, los primeros creadores españoles que han inaugurado el taller experimental para artistas plásticos que ha sufragado la Dirección General de Bellas Artes de la Junta. Esta es la primera experiencia de este tipo realizada en España. Junto a surferos, ruinas romanas, hippies rezagados, modernos bronceados y aldeanos impasibles.

Esta experiencia pionera auspiciada por la Dirección General de Bellas Artes es práctica común en Europa. Las Administraciones poseen albergues, habilitan casas, acondicionan abadías, reestructuran castillos con el fin de reunir bajo sus techos a un determinado grupo de artistas para trabajar. En las antiguas casas cuartel de la Guardia Civil de Bolonia, romana Baleo Claudia, factoría de salazón de atunes, centro productor de Garum, paté jugoso que hacía las delicias gastronómicas del Imperio Romano, en estas antiguas casas hoy acondicionadas, se ha seguido el ejemplo europeo y dos pintores de españoles trabajan en sus respectivas obras. A José María Sicilia estas experiencias le resultan convenientes < y sería interesante que se repitiesen>. En Francia se suelen hacer. Allí se aprovechan, por ejemplo, las abadías o edificios en desuso y se habilitan talleres donde 12 o 13 pintores trabajan. <Creo que son experiencias interesantes>. De la labor que desarrolla en Bolonia saldrá una obra de la que Sevilla sabrá en una exposición en octubre. Como agradecimiento, José María Sicilia donará a la Administración autonómica un cuadro de los que han nacido en esta etapa gaditana.

José María Sicilia simboliza el ya clásico joven pintor que vive en un continuo puente aéreo de la creación. Alterna sus temporadas francesas con las neoyorquinas, auténtico zigurat del arte contemporáneo, catedral cosmopolita donde los devotos y seguidores de la vanguardia adoran a la estrella del éxito. Tras cerca de 6 años sin trabajar en España, Sicilia vuelve ahora para hacerlo en este patio silente y soleado de Bolonia. Hubiese sido un espectáculo presenciar la llegada de la impedimenta pictórica de Sicilia a esta aldea con más pasado que futuro. Hubiese sido un espectáculo presenciar como Sicilia no llegaba con el típico gorrito de paja, el estuche con las pinturas y el caballete presto para sentarse al borde del mar y comenzar a producir marinas con el beneplácito de las musas. Porque Sicilia llevo su ajuar plástico en un camión que transportaba 100 bastidores, 150 kg de pigmentos, 400 kg de acrílicos, 300 m de lienzo de telas de diferentes anchos... Entre toda esta intendencia faltaban los pinceles y la paleta. < no suelo utilizar pinceles. Uso las manos, la espátula, la manguera y un limpiacristales a modo de pincel>. Verlo trabajar, silencioso, recogido, absorto en una compensación de color, trasciende las fronteras del espectáculo para convertirse en un juego de seducción. Sobre el suelo tiene varios lienzos del tamaño de losas catedralicias. Cada uno es un mundo particular en composición y color que integrará, posteriormente una cosmogonía completa. Sicilia (camiseta, bermudas y zapatillas de costalero, totalmente acribilladas por impactos de pintura) se pasea con morosidad por encima de ellos para, en un momento dado, agacharse y sobar con sus manos la superficie de uno de estos lienzos por dónde ha derrochado con generosidad pigmento color albero. En esta etapa de Bolonia los colores que más está empleando son los ocres, amarillos, blancos, rojos...

- Este lugar me parece muy tranquilo, para trabajar es un sitio fantástico. Pero en Nueva York también puedes encontrar una atmósfera de tranquilidad encerrándote en tu apartamento. Allí te concentras, trabajas, pintas. Y si quieres conectar con el mundo solo tienes que enchufar uno de los tantísimos canales que tiene la televisión. José María Sicilia asegura que se fue hasta Nueva York porque deseaba conocer América y porque, cómo pintor, estaba interesado en conocer la meca del arte contemporáneo: < Nueva York tiene mucha vida interior desde el punto de vista artístico>, asegura sin quitarle el ojo de encima a unos pigmentos recién extendidos sobre un lienzo que ha bechameado de una encarnadura fucsia. Vive en el Soho, un espacio de renta alta, concretamente en Broadway casi en la encrucijada urbana que confronta el Chinatown y la Little italiana. Trabaja para la firma Blum Helman, poseedora de varias galerías de la capital de Hudson. < Allí me va bien, todo el mundo vende. El mercado del arte es muy activo. Para el mes de febrero tengo concertada una exposición en Nueva York>. Sicilia cuenta historias de Pintores en Nueva York que parecen sacadas de esos guiones tragicomicos de las películas. Como la de aquel suizo, amigo suyo, que paladeó el néctar del triunfo y cayó noqueado por los golpes del olvido, pasando de pintor de moda a ascensorista reserva de un bloque neoyorquino, trabajando sábados y domingos. La moda, ese campo magnético que hoy mueve y conmueve a las artes contemporáneas, introduce relaciones de supercompetencia entre los artistas que, además, son muchos y, por tanto obligados por las circunstancias a trabajar y estar al día para no acabar su momentánea fama pulsando botoncitos y palancas en los ascensores. Es aquel mercado un zoco en continua ebullición. Donde el arte es objeto de mercado, quizás entre otros muchos y concretos factores, porque poseer arte no es una carga fiscal sino todo lo contrario. < sería interesante que aquí la Administración se plantease este tema, que hiciera algo al respecto. Aquí, en Europa no ocurre lo que en América. Allí se desgrava por la posesión de obras de arte. Aquí las cosas van, no sé, como mucho más despacio. Tenemos el ejemplo de Francia. Cuando Mitterrand subió al poder quiso grabar la posesión de obras de arte. No pudo. Tuvo que dar marcha atrás>.

Arte y mercado. Un tema que se debatió hasta el hastío y que parió, como conclusión final y luminaria, aquella criatura con forma de frase que aseguraba que la vanguardia es el mercado. Para Sicilia, que sigue la charla sin interrumpir su trabajo, más pigmento aquí, agua sobre este lienzo, espátula sobre el otro, este asunto no está muy centrado. <No creo en absoluto que la vanguardia sea el mercado. En todo caso puede ser una mercancía porque son objetos que se compran y venden. De todas formas, creo que no es más que una frase hecha, sin más contenido>, asegura.

Desde que está en Bolonia, Sicilia se conduce como un trabajador de la pintura. Se levanta sobre las 9 y se va hasta este patio a pintar hasta que son las 19 o las 20 horas. Es disciplinadamente espartano, sin que en su proceder se aprecien tics de amateur. Se ha profesionalizado hasta el punto de no haberse concedido la licencia de saborear el relax de esta playa de soleada tranquilidad a pies de unas ruinas romanas. < sólo he bajado dos veces a la playa desde que llegué>, comenta haciendo bromas entre la diferencia de bañarse en el mar y bañarse en la ducha. Las noches, las desesperadamente tranquilas noches de Bolonia, las sortea Sicilia entre la lectura de <La Historia>, libro de Elsa Morante, y la televisión. Viéndolo trabajar aquí, en este patio cuyo suelo empapado en riachuelos de agua rojiza te dan la sensación de estar en un desolladero, se adivina que el placer no está en el agua atlántica, sino en su enfrentamiento con los lienzos. <Trabajo sobre esquemas muy de base. Pero no suelo tener una idea preconcebida y terminada de lo que voy a pintar. Cuando cambio de un lugar a otro, cuando me voy de Nueva York a París, siempre me gusta llevar algo proyectado que de alguna forma me ayude, psicológicamente, adaptarme al nuevo sitio. Así trabajo sobre seguro, sin miedo a que los inconvenientes más domésticos del nuevo traslado me hagan perder tiempo y, como consecuencia, dedicación a la pintura >, añade.

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