"Flores de Ayacucho, Cantón y Lurigancho" - Espacio Mados. Madrid - Artista

Nota de prensa


Todo este trabajo trata sobre la percepción de las expresiones del arte popular tradicional y su relación con determinados hechos históricos que han contribuido a su desvalorización o incomprensión. Cómo se sabe en el ámbito de la textilería precolombina se desarrollaron en el Perú antiguo la mayoría de las técnicas de telar manual y bordado conocidas en el mundo. Un fragmento de tela de la cultura Chincha (1300 dc - 1532 dc) en el que se combinan hilos de fibra de algodón y camélido, que tiene 398 hilos por pulgada lineal, que se representa un hito tecnológico a nivel mundial. Los pobladores de entonces no solo fueron pensadores abstractos especializados en diseños geométricos, sino también acuciosos observadores del mundo natural y desarrollaron un arte figurativo que plasmaron la mayoría de las técnicas hasta hoy conocidas. Nos muestra como los tejidos que tenían una importante carga simbólica y mágico religiosa, eran utilizados en una gran diversidad de contextos - Religiosos, militares, entre otros - Pero lo curioso en este caso es que, no hay nada extraño en el uso político de objetos de prestigio; lo novedoso es descubrir que en la religión andina el objeto de mayor prestigio, y por lo tanto el más útil en el manejo del poder era el tejido. Es de entender que, para garantizar la ortodoxia del arte en suelo americano, la Iglesia ejerció un control sobre las artes figurativas que se produjeron y difundieron, así como las costumbres, ritos y modos de vida indígenas a fin de combatir la idolatría. Pero para la Iglesia no siempre fue fácil controlar la forma de como los indígenas interpretaban las imágenes religiosas que debían convertirlos al cristianismo. A pesar de los esfuerzos de la autoridad virreinal por borrar el pasado cultural de la población indígena y hacerlo “renacer” en un mundo cristiano, las creencias andinas se mantuvieron y con estas parte de su cultura. Denunciaba como el culto a los santos católicos en algunos casos encubría o se fusionaba con divinidades precolombinas produciendo un preocupante sincretismo cultural y religioso que aún hoy observamos en la devoción popular andina. Según el historiador de arte Francisco Stastny, durante las guerras de Emancipación, el creciente aislamiento de las comunidades rurales obligó a aldeanos y campesinos a satisfacer sus necesidades domésticas, festivas y rituales con manufacturas que - en términos de materiales e iconografía - eran una derivación directa del arte virreinal y precolombino. Stastny identifica este momento como el florecimiento de las artes populares en el siglo XIX y las define como una "expresión estética y simbólica de los grupos de las bajas esferas". En otras épocas puede haber habido expresiones regionales más o menos rebeldes contra estilos imperiales dominantes, expresiones en las cuales el proceso de provincialización se hacía sentir agudamente; pero nada eso se puede llamar propiamente popular. Estás expresiones eran una forma alternativa propia del mundo andino, que, si bien incorpora las formas cultas, las transpone a un nuevo lenguaje formal sin desnaturalizarlas. En este contexto, las artes manuales pasaron a ser identificadas con los oficios propios del campo y de los campesinos "incultos", surgiendo lo que se designaría con el termino artes menores o populares. No hay duda de que esta visión despectiva de las artes utilitarias era heredera de la distinción socioeconómica inventada durante el Renacimiento italiano en el cual se enfatizó que la sociedad estaba conformada por dos tipos o clases de artífices: los artistas libres privilegiados que podían cultivar un arte por el arte y los artesanos que manufacturaban objetos utilitarios o serviles. Esta oposición entre la creación original, individual e iluminada del artista y la técnica muda, mecánica y utilitaria del artesano tradicional se basaba en una nueva visión clasista del arte que ha llegado hasta nuestros días. Pero, como claramente lo señala Teresa Gisbert, la noción de las artes mayores o menores es un concepto estrictamente occidental poco aplicable a otras culturas como la andina. Las culturas americanas, cuya cronología y desarrollo no es coincidente con el de Europa son, por esta razón difíciles de estudiar y comprender. En ellas la pintura no ocupa el puesto preponderante que tiene en occidente y en su lugar se produce unas de textil que es de capital importancia. Hoy podemos apreciar el arte textil como "arte mayor". En los Andes el tejido no era ni es un arte mecánico menor. Por el contrario, durante el incanato el tejido estuvo asociado a la nobleza siendo los tejidos finos un privilegio real y un objeto de prestigio sin igual. Hoy en día aún encontramos comunidades tejedoras para las cuales el tejido es una actividad de suma importancia, que revela no solo la posición social del usuario y el momento del calendario agrícola, entre otras características, sino también la comunidad de origen del tejedor. Por otro lado, es indispensable tener presente que detrás de muchos de los objetos artesanales, englobados bajo las categorías de arte popular, primitivo o étnico, hay un universo de valores y significados sociales que trascienden lo meramente decorativo. Pepe Cobo pretende con estos nuevos trabajos, destacar el mestizaje entre culturas y revalorizar de nuevo el uso de lo tradicional, como culto. Todo ello a través de una reinterpretación de los objetos y elementos de uso popular como lo son la cerámica y el textil.

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