El arte moderno hasta Schnabel y Kiefer consistía en una seria de actos estratégicos e innovadores cuyo único objeto era el relanzamiento permantente de un gesto triunfal y sin destino. El arte, midiéndose por una parte con la historia y con sus instituciones por otra, tenía su objeto en su continua superación articulando fronteras siempre nuevas con respecto a su posible indentificación. Es en ese momento -los dioses olvidados ya desde Cezanne-, en el que irrumpía la aparición de los héroes, teniendo en cuenta que desde Picasso a Beuys, por no citar sino sus puntos mas álgidos, es un solo y único gesto heroico en el que occidente citró el destino del arte.

Pepe Espaliú (y próximos a él podemos citar tambien a Condo, Trockel, Dokoupil y Paneque entre otros) medita dentro de un difícil proyecto que consiste en dar la espalda a esa perspectiva destejiendo las vías del sentido lineal, rompiendo la escenografía encantada y las postunas metafísicas.

[...] Hay una dulce perversión en la obra de Pepe Espaliú, una eficacidad que consiste en operar un desplazamiento invisible en el juicio dentro de los límites en los que todo juicio se enuncia.

Entre las cimas y los abismos en los que se han convertido los mejores estereotipos de la creación contemporánea, hoy, el enigma, la sorpresa, es que un joven pintor nos proponga una aclimatación tan acelerada. Esta es la pesadilla en la que Espaliú tiene la esperanza de que el arte vuelva a despertar.